
DE CURAS PEDERASTAS
Nuevamente la Iglesia tiene que apechugar con los pecados de sus enfermos empleados administrativos, los señores curas, que les da por tentalearle las vergüenzas a jovencitos imberbes.
En México hemos padecido de estos casos, pero el pronunciamiento del gerente mayor de la Iglesia Católica se dio por los escándalos de numerosos curas acusados de pederastia en Irlanda.
Esta enérgica mea culpa de la Iglesia, sin embargo, le pasa lo que a las meas culpas de los gobiernos: no se cree que remedien la gravedad del asunto, porque este mal proviene, entre otras causas más complejas, de la propia estructura de esa entidad religiosa que obliga a sus integrantes ha aceptar los votos de castidad. Cero mujeres, cero caricias, cero tables dances, cero Play Boys, cero lujuria, cero sexo... ¿Qué es eso? Un castigo y una represión antinatural a ser humano.
Se han presentado suficientes pruebas a lo largo de la historia milenaria de la Iglesia católica, que la castidad de sus integrantes no se respeta cabalmente, y que esta contención ha orillado a los sacerdotes a violar secretamente esos votos y a cumplir sus frustrados deseos de tocar carnes femeninas abalanzándose sobre los inocentes chavitos.
Pero, concedamos que algo es algo, la declaración del Papa, al menos, provee argumentos para que los curas que gustan de corretear niños reciban su castigo.
En México hemos padecido de estos casos, pero el pronunciamiento del gerente mayor de la Iglesia Católica se dio por los escándalos de numerosos curas acusados de pederastia en Irlanda.
Esta enérgica mea culpa de la Iglesia, sin embargo, le pasa lo que a las meas culpas de los gobiernos: no se cree que remedien la gravedad del asunto, porque este mal proviene, entre otras causas más complejas, de la propia estructura de esa entidad religiosa que obliga a sus integrantes ha aceptar los votos de castidad. Cero mujeres, cero caricias, cero tables dances, cero Play Boys, cero lujuria, cero sexo... ¿Qué es eso? Un castigo y una represión antinatural a ser humano.
Se han presentado suficientes pruebas a lo largo de la historia milenaria de la Iglesia católica, que la castidad de sus integrantes no se respeta cabalmente, y que esta contención ha orillado a los sacerdotes a violar secretamente esos votos y a cumplir sus frustrados deseos de tocar carnes femeninas abalanzándose sobre los inocentes chavitos.
Pero, concedamos que algo es algo, la declaración del Papa, al menos, provee argumentos para que los curas que gustan de corretear niños reciban su castigo.