El colega sirio convaleciente y aprendiendo a respetar.
En la viñeta de Ferzat se aprecia a un mandatario sirio que pide aventón a un conductor acelerado, quien resulta ser el dictador libio, El Khadafi, en su huida del país.
El cartón motivo de la madriza.
Con información de @alaurita, corresponsal.
Alí Ferzat nació en Hama, una de las ciudades que más oposición han mostrado al presidente libio, Bashar el Assad, desde el 15 de marzo, cuando comenzaron las protestas contra el gobierno. El dibujante es un defensor de los derechos humanos.
Ferzat es famoso a nivel internacional por sus caricaturas, que alguna vez hicieron enfadar al ex dictador Saddam Hussein, a Muamar el Khadafi y en los últimos meses también a la familia de El Assad.
La semana pasada el humorista publicó un dibujo en el que se veía al presidente sirio con una maleta, pidiendo al dictador libio espacio en el auto en el que viaja para escapar junto con él, lo que provocó la molestia del gobierno de El Assad. Alí fue secuestrado y salvajemente golpeado por cinco hombres armados que lo torturaron y le rompieron los dedos.
El activista Omar Idilbi afirmó que los elementos de la seguridad sacaron por la fuerza a Farzat de su auto el jueves antes de pegarle y dejarlo al costado de un camino.
Cartón dibujado por Farzat desde su cama de hospital. Le muestra al presidente de Siria el único dedo que le quedó sano y con el cual le seguirá haciendo cartones hasta que mande de nuevo a sus gorilas a hacérselo picadillo.
SACATRIPAS CO-MENTA:
Desafortunadamente no me consta, pero me han contado que en México los métodos disuasivos contra los caricaturistas eran (en tiempos en los que al país lo gobernaba el PRI) diferentes: en lugar de romperles las manos, se las llenaban de billetes. Con eso, mágicamente de las manos de tales caricaturistas, salían puros aplausos y no monos criticones como los del tal Farzat.
Alguna vez al monero Ahumada le rompieron un dibujo en el que se burlaba de la Virgen de Guadalupe y del recién hecho beato, Juan Diego. Y seguro que a Ahumada le dolió, pero no tanto como si le hubieran roto 10 falánges.
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