martes, 2 de febrero de 2010


Recuperamos la crónica que hace unos meses publicó Tacho (colaborador fundador de Sacatrapos, como se lee allá arriba en el cabezal del blog) en Milenio sobre aquella vez en que lo apañó el alcoholímetro y terminó refundido en el torito cumpliendo una condena de unas cuantas, pero muy largas y angustiantes horas.
Entérense de esa crudísima experiencia taurina sufrida por el Tacho de tachotitlán:

Una vez más La Capa de Batman, grupo punkadélico que comanda Rafael Tonatiuh, triunfó en el Black Horse. Mi deber como ex integrante de La Capa (tocaba el saxofón hasta que mi doctora me lo prohibió) es echarles porras y porros. Cuando terminó la batitocada, las cervezas llenaron mi barriga y los renglones de la cuenta. Al final, le propuse a Tonatiuh darle un raid a su casa con parada obligatoria en los tacos de cochinada, ubicados sobre la calle de Doctor Vértiz, a escasas cuadras de la madriguera de mi copiloto.

Al llegar a la funesta glorieta de Vértiz, divisé luces rojiazules, conos viales y polis con chalequitos fosforescentes. Como buen mexicano, intenté meter reversa, pero la caja de mi coche falló a la hora de la verdad. La reversa nunca entró. Aquella escena parecía de película del Gordo y el Flaco porque, mientras intentaba meter reversa, los polis se acercaban a paso veloz. Pasó lo inevitable.

Le dije a Tona que huyera. Después, me pusieron la trompetita para tocar el jazz del teporochímetro y, como era de esperarse, no superé la prueba. Los agentes bien gentes tomaron mis datos y me treparon a una patrulla con destino a un juzgado que está junto a Parque Delta en la colonia Narvarte. Llegando al juzgado, una manada de coyotes me acometió con la frase: “Te tramitamos un amparo y sales a las siete de la mañana”. Eran como las tres de la madrugada y me pareció buen bisne. Acepté la propuesta indecorosa. Craso error.

En las oficinas, la juez me llamó para tomarme mis generales y después me remitió al médico legista. El galeno despachaba en un cuartito color tesorería. Junto a él dormía un oficial que roncaba como microbús desbocado. El doctor me hizo pruebas motrices y preguntas de rutina como “¿qué día es hoy?” y “¿cuánto es treinta por cuatro?”. Nada más faltó que me preguntara la postura de Camus frente al suicidio. Tras la consulta, me metieron en las crujías del juzgado.

Aquello parecía una jaula de urracas. En la celda platicábamos que fuimos atrapados “como pescaditos” por el programa antibeodomóvil. Los familiares de mis camaradas llegaban con Gatorades y Lonchibones para que sus guardaditos pudieran estabilizar los flaps. Poco a poco, entre la comunidad del alcoholímetro empezamos a contarnos la vida. Después de todo, nos echaron veinte horas de arresto sin derecho a fianza. Ese día fue cumpleaños de un compañero de celda y pedimos unos Pingüinos para festejarlo. Mientras el tiempo pasaba, la pila de mi celular agonizaba como mis esperanzas de libertad.

Las horas transcurrían y el tipo del amparo no llegaba con mi salvoconducto al mundo sin rejas. Más tarde, llegó un sujeto con cara del Chango Ordaz para informarnos que seríamos trasladados al Torito. “Ahí van a estar mejor, muchachos. Tienen colchones y les dan de comer”, dijo el genérico intercambiable del ex presidente. Horas después, nos trasladaron como puercos en una camioneta de la polecía al Centro de Sanciones Administrativas.

Hubo show de bienvenida. En la entrada, dos policías se moquetearon a puño limpio y una custodia, de manera irónica, dijo: “…y estos son nuestros mandos.” El primer paso para ingresar al Torito es aprobar el examen de admisión que consiste en unas preguntas sobre el estado de salud. Después puse mis pertenencias en un costalito y me quitaron el cinturón. Yo creo que para evitar que organice un motín estilo penal de Tijuana. Después me pasaron a una celda con literas y colchones.

Antes de cenar, una anciana con una enorme cruz nos recetó una misa patito cuyo fin, supongo, era encender el gen del arrepentimiento y despertar el sentimiento de culpa. Parece que funcionó el numerito porque vi a muchos compañeros poner cara de corderos contritos mientras escuchaban a la Madre Torito.

El menú taurino fue variado. Entrada, arroz a la engrudé; plato fuerte, salchichas con tomaté, rabadillas de pollo al guajillé y picadillo a la soyé; postre, una naranja. La barra estaba compuesta por agua y té de naranja, que estaba bueno. En el Centro de Sanciones Administrativas no se puede dormir a gusto porque a cada rato llaman a los presos para recabarles datos y tomarles lista.

Quienes conformamos la hermandad de la glorieta de Vértiz, lugar donde nos apañaron, hicimos base en el pedestal del asta bandera, que estaba huérfana de bandera. Un custodio pidió que nos cambiáramos de lugar “por respeto al lábaro patrio”. De repente llegó un cargamento de pumas y americanistas. Eran chavos que se pelearon antes del clásico capitalino. Como no cabían en los separos de la delegación Coyoacán, los remitieron al pequeño Toro. Le pregunté a un Puma por qué los encerraron. “Por pegarles a los del América”, contestó el chaval con peinado de erizo emo.

Por fin mi amparo llegó, pero a las nueve de la noche. Decidí quedarme porque me faltaban tres horas para purgar mi condena. Después de todo, ya había tomado vuelo y ritmo carcelario. Cabe señalar que los amparos sólo sirven para salir, mas no para evitar la condena. Si hubiera salido temprano gracias al amparo, de todas maneras tendría que regresar al Torito a ponerme a mano con la sociedad.

Las horas seguían transcurriendo. Cuando a un compañero de calabozo salía, le deseábamos suerte y nos embargaba un sentimiento de nostalgia. Al filo de las 11 de la noche, fui testigo de un milagro conmovedor. El último de los americanistas vivía en Cuernavaca y no tenía ni una corcholata para su pasaje. Sin embargo, los Pumas organizaron la vaquita para que el socio Águila pudiera volver a su hogar, dulce hogar.

El Torito une y es democrático. Había alrededor de cien presos totalmente palacio y totalmente lumpemproletariado conviviendo en un pequeño patio con red de voleibol. Es el epítome del comunismo.

En caso de que las copas sobre ruedas lo transporten a las entrañas del Torito, puedo darle un par de consejos: no tramite amparo y lleve papel sanitario.


8 comentarios:

Anuar Terrones dijo...

Después, me pusieron la trompetita para tocar el jazz del teporochímetro...

jajajajaja no mamar...chido el relato.

Zed dijo...

Jajajaja pobre Tacho.

Ricardo dijo...

no dice Tacho que tan pedo andaba y si era un peligro para otros conductores o peatones, porque luego es mejor que se les pase la borrachera ahi y hagan un relato divertido a que maten a alguien o se maten en un accidente...

los dos ultimos consejos valen la pena !!!

Roberto dijo...

no manches mi Tachito, yo me he escapado como 3 veces de las garras del pedorimetro, una vez ya me habían chingado, me pusieron el barrilito enfrente del carro un chaleco amarillo fosforecente y una doctora dijo, "quedamos que solo cinco carro más..." como ya queriendose irse a jetear y que me quitan el barril y que le acelero, esta fue en Robles Dominguez, la segunda fué en Insurgentes Sur, igual ya estaba yo atorado se me puso el poli enfrente y que me meto al carril del Metrobus y en la primera calle que me meto a la izquierda y como que vi que hacian la finta de que me seguian , pero no me siguieron, igual en av 100 metros, ahi si no habia como safarse, todos en un cuello de botella hasta el alcoholimetro y de plano al primer policarpio le dije, vengo bien pedo poli no voy a pasar... "saca en chinga 500 pesos y te muevo el barril" dicho y hecho y no he pisado el torito todavia... saludos a todos.

Tu infierno dijo...

jaja, buenísimo.
ash yo sólo una vez medio nos atoraron, y cuando robamos el carro de mis papás, pero obvio mi hermana arruinó la fiesta porqe no llevaba dinero y nos regresamos sin beber ni nada.
yo no soy buena copiloto: canto mucho. y eso no da buena impresión, de hecho una vez agarraron un amigo por eso, y él no había bebido nada :(
pero embriagar a menores de edad es un delito haha :p
Apoyo a Ricardo de qe hay qe tener cuidado, yo por eso mejor me qedo en las casas...además de qe no tengo carro :(

Luis Ignacio Sánchez Rojas dijo...

Excelente crónica! Espero que, si llego a caer al torito, lleve conmigo papel sanitario!

miguel angel dijo...

buenisima cronica!!!

a ver si le dan un premio...

unas ceronos!!!

mxcoder dijo...

Como relato está weno.

Pero ojalá todos y cada uno de los que se empeden al volante un día se estampen contra un poste y sus cuerpos se abran por la mitad, y se chinguen ustedes solitos.

:)