sábado, 23 de enero de 2010

LOS NIÑOS PERDIDOS
DE PUERTO PRINCIPE


Stephanie tiene 20 años, un hijo de seis que no conoció a su padre y otro que está a punto de nacer y que correrá la misma suerte. Stephanie y su amiga Marie, madre también de dos niñas, están cocinando tortillas de harina y un poco de arroz junto a la reja que delimita su campo de refugiados, situado en el jardín de una mansión derruida del barrio de Pétion Ville. La harina es de trigo, de la marca Blanquita, y la trajo hasta aquí el miércoles un camión dominicano de ayuda humanitaria


El arroz lo repartieron ayer los norteamericanos del desembarco, en unos sacos de tela con los colores de su bandera. Pero ni Stephanie ni Marie hablan de su hambre ni de las heridas de sus hijos, ni siquiera de los familiares -cinco entre las dos- que yacen ahora entre los escombros de las casas que habitaban. De lo único que hablan es de Antoine, un crío de cuatro años que desapareció del campamento hace dos días.

-¿Quién se lo llevó?

-Un blanco.

Es lo único que Stephanie o Marie saben del salvador o tal vez del raptor de Antoine. Del hombre blanco que lo metió en un coche de Unicef para llevarlo a un campamento y alimentarlo y cuidarlo y buscar a sus padres. O -no lo quiera el destino- del hombre blanco que, valiéndose de su color de piel y del desbarajuste que reina en Haití, lo sacó del campamento el jueves pasado y se lo llevó dios sabe dónde.

Porque Unicef, y también Stephanie y Marie, sospechan que se están colando redes de traficantes de niños. Sus víctimas son los niños a los que el terremoto dejó solos, desorientados, tal vez heridos.

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2 comentarios:

Virgen María dijo...

Y los supergringos donde están, no quesque "invaden" para dar soluciones???????

Zed dijo...

Ya bastantes han de haber desaparecido de repente.