jueves, 26 de febrero de 2009


UN PASEO EN BICICLETA

Mis actividades de este jueves incluían salir a hacer un pago en el banco. Con poco tiempo y varios pendientes en el restirador, decidí buscar la forma de "ganarle tiempo al tiempo" (lo que sea que eso signifique). Normalmente habría hecho el recorrido a la sucursal más cercana a pie, pero ello requeriría de invertir una valiosa media hora de ida y vuelta, más lo que me tardara haciendo fila para completar la misión (me retuerce hacer fila en los bancos, con cinco minutos es suficiente para que deje de ser el ecuánime, alegre, buena onda y simpático tipo que soy para convertirme en una bestia animalada pedante grosera y con cara de consejero del IFE sin su aumentote). Mi opción lógica era entonces tomar mi fiel corcel motorizado, mi batimóvil personal, pisarle duro al acelerador y surcar las calles haciendo bufar el escape levantando el polvo del pavimento lleno de baches de mi colonia para, a velocidad de mach-1, ir y retachar.

Pero reparé en el precio de la gasolina y lo costosísimo que resultaría esa vueltita al banco en dónde además, mis acreedores me esperaban con los colmillos bien afilados. Así pues, con tan complicada situación, de repente me sentí invadido por un ánimo ahorrador, ecologista e intrépido y pensé: "ni modo, estamos en crisis..." y decidí utilizar la bicicleta.

Aprendí a andar en bicicleta a los cuatro o cinco años y no me había vuelto a subir a una desde... entonces. Pero pensé en lo que se dice: "una vez que aprendes a andar en bici, nunca se te olvida".

Tomé la bírula y lo primero que procuré fue guardar una postura elegante que denotara mi dominio en este medio de transporte, estaba decidido a no hacer el ridículo como Felipillo y acabar con mi brazo izquierdo desconchabadito y la jeta deforme, vivo de mi brazo izquierdo y de mi rostro, por lo que dañarlos sería mi ruina. "Con coraje, que para morir nacimos" me dije, pero en mi cabeza enseguida comenzó a sonar la de "El chivo ciclista" de Cri-Cri... ¡que se cae.... que se caeeeeee!!!. "Finalmente ocurrió", pensé, "debo haberme vuelto loco, tan orate como para treparme en esta chunche".

Andar en bici nunca se olvida, es cierto, y las leyes físicas que rigen el universo, esas mismas que mantienen al mundo girando y en equilibrio al cosmos, me mantuvieron a mi en equilibrio físico y emocional sobre la baika... al menos los primeros metros. Justo cuando la confianza me iba alivianando en mi periplo, noté que se me dificultaba darle duro a los pedales pues las llantas no tenían la presión de aire suficiente y ni modo, habría que hacer una escala técnica en alguna vulcanizadora.

Pero antes de que fijara mi rumbo hacia el negocio de talachas más próximo, la agujeta de mi tenis izquierdo enredóse catastrofistamente en el pedal del mismo lado y no pasó mucho tiempo para que comenzara a perder el control de la bici, ni ¡Diosito! me dio tiempo de gritar, vi como de pronto el terreno se aproximaba a mi, ¡mayday!, ¡mayday!, ojalá encuentren la caja negra, lamenté no haberme puesto casco y no amarrarme una almohada en las pompas. Yo hacía desesperados esfuerzos por maniobrar, buscaba la palanca de velocidades, trataba de pisar el freno o sacar el clucht y en el último segundo se cumplió una de las más grandes máximas que tiene la vida: "andar en bici nunca se olvida".

En algún lugar de mi cerebro tan atormentado y atrofiado por la tele y el internet, algún mecanismo de emergencia se activó recordándome qué se hace en estos casos y mis brazos se accionaron automáticamente para mover el manubrio y salvarme de la tremenda partida de maúser que tenía garantizada, "memoria física" creo que le llaman, el caso es que con repentinos y certeros movimientos evité el desastre... ¿quiobo?.

Una vez estabilizado sobre la bici recuperé el aliento y miré hacia atrás al lugar donde hubiera quedada embarrada mi carota, no dejaba de repetir en mi mente:"andar en bici nunca se olvida", Adelante encontré el negocio de llantas: "llénelas" le dije al don, y con el mismo aplomo que Poncharelo se trepaba a su moto, me monté yo en mi bicicleta y enfilé directo hacia el banco. Completé la misión sin mayores contratiempos y se hizo oficial: hay un nuevo ciclista en la ciudad. Quién sabe qué aventuras me esperan, por lo pronto pienso cotizar una bicicleta nueva, con timbre, "diablitos" para subir a mi chava y toda la cosa, un casco, un par de guantes de cuero y un par de rueditas por si las moscas.